Lo que principalmente se
espera del Estado de Bienestar (EB) es que tenga un impacto positivo en la
eliminación de la pobreza y la desigualdad, bien a través del incremento de los
ingresos de una parte de los ciudadanos y a través de transferencias ―financiadas
con impuestos progresivos y contribuciones sociales―, o bien mediante la
provisión de servicios públicos para la población, o ambas.
El efecto redistributivo
del EB ha sido confirmado por numerosos estudios. Sin
embargo, en los años 70 del s. XX, se llamó la atención sobre el hecho de
que a pesar de la extensión del EB, la pobreza y la desigualdad seguían
persistiendo. En distintos trabajos comparados se ha tratado de explicar hasta
qué punto este resultado puede generalizarse a todos los regímenes de bienestar
(nórdico, liberal, continental o mediterráneo) y a los diferentes programas de
política social.
Efectivamente el tipo de
régimen de bienestar importa para explicar la pobreza y la desigualdad. Los EB
menos generosos e inclusivos, dejan lagunas sin cubrir respecto al bienestar. El
objetivo básico de aseguramiento contra los riesgos del régimen conservador centroeuropeo, reproduce
las diferencias de estatus y conduce a la dualización social, entre los insiders,
trabajadores con carreras laborales largas y estables, por tanto bien
protegidos cuando se quedan en paro o se jubilan, y los outsiders, muy mal cubiertos si caen en desgracia.
En el régimen mediterráneo, por ejemplo, no se han desarrollado algunos de los “pilares”
del bienestar (atención a las personas en situación de dependencia o a las
familias), lo que limita su
eficacia en términos de proteger a determinados colectivos.
También existe un
interesante debate sobre qué tipo de programas corrigen mejor la desigualdad.
Podría pensarse que los programas más
focalizados ―es decir, los que destinan los recursos a grupos específicos,
como los más necesitados, los inmigrantes o las mujeres―, son más eficaces que
los programas universales ―esto es,
los servicios o prestaciones uniformes que benefician a todos los ciudadanos
independientemente de su renta o clase social―. Sin embargo, como han explicado
Korpi y Palme en su paradoja de la redistribución, los programas focalizados,
predominantes en el Reino Unido o Estados Unidos, ― especialmente los que solo
benefician a un escaso número de individuos en su situación de necesidad―,
reciben menos apoyo por parte de los demás ciudadanos. La focalización sería
una especie de estrategia Robin Hood,
en la que se quita dinero a los más afortunados económicamente para
distribuirlo entre los más pobres. Estos ciudadanos afortunados pasan a considerarse
contribuidores netos del EB, ya que pagan impuestos pero no se benefician de
las prestaciones, lo que a la larga puede socavar el apoyo al sistema y
provocar que los programas sean menos generosos y, también, más fáciles de
recortar.
Parte de estos problemas
se obviarían con un sistema de prestaciones
o servicios similares para todos. Aunque estos programas han sido criticados
por producir el llamado efecto Mateo,
«el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre», la evidencia demuestra
que los regímenes universalistas arrojan mejores resultados en la reducción de
la pobreza. Los ciudadanos acostumbran a proporcionar más apoyo a los programas
que pagan pero de los que también se benefician. Cuando puede reunirse bajo las
mismas instituciones del bienestar a los más desfavorecidos con los más afortunados,
las cosas mejoran para ambos, puesto que se produce una mayor presión por la
calidad de los mismos.
Igualmente,
la lógica de funcionamiento de los programas focalizados está detrás de algunos
de sus problemas. Tales programas, generalmente poco generosos, proporcionan
apoyo una vez que otras redes de ayuda han fallado (los servicios públicos o la
propia familia). Sin embargo, cuando el individuo se encuentra ya en situación
de exclusión, es muy difícil evitar la cronificación debido a que se han
perdido las redes de ayuda más elementales. Se trata de un serio problema que
afecta además a la legitimidad de los programas sociales, ya que debido a su
supuesta incapacidad para rescatar a los ciudadanos de la pobreza son
desprestigiados y acusados de desincentivar el esfuerzo individual
Gracias. Bien explicado, y conveniente.
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