miércoles, 11 de julio de 2012

Burofobia y funcionarios cornudos y apaleados

    El presidente Rajoy anunció ayer nuevos recortes. De este anunció hay muchas aspectos que preocupan, pero quizá lo más importante de todo tiene que ver con sus consecuencias a medio y corto plazo. En cuanto al medio plazo, muchos dudan de la eficacia de tales recortes para la economía española y piensan que otras medidas hubieran sido más acertadas (subir los impuestos a determinados colectivos, liquidar Bankia evitando un préstamo tan leonino, pasando por otras propuestas razonables). Mientras vemos qué pasa, también hay que preocuparse por las consecuencias a corte plazo de estas medidas. Me referiré hoy a las tomadas en relación con los empleados públicos pero para ilustrar mi argumento empezaré recordando el recorte en las prestaciones por desempleo. 
    Rajoy ha anunciado el recorte de la prestación por desempleo. Este anuncio tan negativo para montones de familias se ha justificado como una medida para evitar el efecto desincentivo de las prestaciones. Como es sabido desde el trabajo clásico de Atkinson y Micklewright (1991) este efecto no está nada claro. El presidente ha mentido (también ha mentido al decir que ésta es la dirección en Europa -lo explicaré en una entrada próxima sobre políticas de empleo-). Entre el insulto y las mentiras, estos ciudadanos han debido sentirse cornudos y apaleados: no solo están en la situación desesperada de no encontrar empleo sino que además se les llama vaguetes delante de la sociedad y ¡de sus hijos! 
    Los empleados públicos han visto hoy nuevamente recortado su salario y ampliada su jornada laboral. El recorte de la paga extra de navidad afectará a todos ellos, incluidos a aquellos que ganan menos de 1000 euros al mes y será independiente de sus circunstancias personales. El presidente ha anunciado con cara de circunstancias que esta medida afectará también a los altos cargos, pero habría que recordarles que mientras para estos la extra es eso, un extra que les permite irse un fin de semana a París, para los primeros la extra es un dinero de supervivencia. 
   Como los desempleados, los empleados públicos se sienten además de cornudos, apaleados y lo más triste es que nadie asume su defensa justa. Para legitimar los recortes (que no reformas de la administración), los políticos del ¡PSOE! y del PP y los medios de comunicación no han elegido un bonito discurso que podría haber apelado al deber o al necesario y reconocido sacrifico de este colectivo con vocación de servicio en tiempos de crisis, en el que se hubiera agradecido el buen hacer de la inmensa mayoría de ellos. Al contrario, se ha utilizado a los funcionarios como los chivos expiatorios, los causantes de la crisis, se ha ridiculizado al juez, al cirujano, al policia, al maestro, al científico, al trabajador social ¡por trabajar al servicio de la sociedad! y por no aspirar a ser “emprendedores”, se ha generalizado el insulto tachándoles de vagos, perezosos e incluso maleantes, se les ha dicho que chupan del bote. 
    Se trata de una postura estúpida en realidad. Si queremos ser un país desarrollado tenemos que tener empleados públicos y entre ellos a funcionarios. Solo así se evita la politización, ya que los políticos no pueden cambiar a los empleados públicos cada vez que ganan las elecciones (el llamado sistema del botín propio del siglo XIX o en la actualidad del tercer mundo). Solo así se garantiza la continuidad del servicio público, que los servicios tengan cierta calidad y eficacia que dejados al mercado nunca alcanzarían o la eficiencia (en realidad son muy baratos). 
    Seguramente, con este discurso el PP ganará votos procedentes de algún ultra pero lo hará a costa de extender la burofobia (*ver abajo) que tan fácilmente compran casi todos los medios de comunicación. Sin embargo, el riesgo es elevado. Cuando el insulto y la crítica se generalizan la desconfianza ciudadana en la administración y en el sistema se hace más intensa porque se refuerza el estereotipo negativo (o falsa generalización) contra la administración. Los servicios públicos están experimentado severos recortes que terminaran afectando a su calidad. Estos sufren además más demanda prestacional porque hay más parados y más padres que no pueden pagar la escuela privada. Sin embargo, la estrategia del gobierno es la del desprestigio de quienes están a diario al pie del cañón y quienes tienen que dar más cada día para que las cosas funcionen mejor. 
    Garret et al. (2006) demostró que los empleados públicos estaban más preocupados y sentían más animosidad por el apaleamiento al que eran sometidos por los políticos y los medios de comunicación que por los propios recortes que les afectaban. Existen numerosos trabajos que analizan el impacto muy negativo de este desprestigio a grupos específicos de empleados públicos, tales como la policía o los maestros. Después de leerlos no me gustaría que me robaran hoy, ni que mi hija tuviera que ir al cole, ni que me el cirujano tuviera que oponerme. En relación con los ciudadanos, se crea un ambiente de hostilidad y sospecha que hace que la prestación de servicios y la implementación de las políticas sea más difícil. Además se hace cada vez más complejo reclutar, ya no solo a los mejores, a aquellos que tienen una buena formación y vocación de servicio público, sino simplemente reclutar, incluso recaudar impuestos. 
(*) La Burofobia (tener una imagen negativa de la administración pública o de los empleados públicos que resiste incluso las experiencias positivas que los ciudadanos tienen en su relación con ella) es un fenómeno universal que existe también en los países más desarrollados. En un trabajo reciente realizado por investigadores españoles se demostró que el 25% de los ciudadanos en España es burófobo en el sentido expuesto.

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